El
título de esta refelxión puede parecer un poco violento, pero es preferible
entenderlo como una sátira. También podría ser: ¿Cómo implementar las TIC en el
aula sin que los docentes mueran o asesinen en el intento? También a manera de
broma.
Esto
se debe a que los docentes se convierten, en muchas ocasiones, en obstáculos
para este tipo de implementación. A veces puede parecer que este intento en un
ataque, una trasgresión o una amenaza a la labor docente. Muchos maestros pueden
creer que serán desplazados por las TIC y por ello se muestran reacios o
escépticos a su entrada en los ámbitos educativos formales.
El
problema se presenta porque los esquemas de aprendizaje fueron creados y se
mantienen como relaciones estables y sólidas de poder. Es decir, quien imparte
el conocimiento o la información maneja cierto poder y supremacía sobre
aquellos que lo ‘reciben’. El docente es una especie de superior que posee y
administra el conocimiento de acuerdo a sus criterios y las indicaciones dadas
por la institución donde trabaja.
Pedirle
a un docente que se ‘baje’ de su pedestal, que suelte su cetro de poder,
llamado conocimiento, es pedirle, según la creencia de algunos, que dé un paso
al costado. Lo cual sería pedirle que abandone lo que ha hecho durante muchos
años, aquello que le da el sustento diario, aquello que lo apasiona pero en su status quo, en su estado actual. Y este
es el imaginario que puede surgir en muchos maestros que se sienten vulnerables,
cuando se menciona la inclusión de las TIC en las aulas de clase.
Por
ello, no es raro encontrar reacciones y evasiones de algunos docentes cuando se
les propone la integración de las TIC. ¿Para qué hacer las cosas de otra manera
si se han hecho bien durante tanto tiempo? Puede ser la contrapregunta que
surge cuando se interroga a un docente por qué no integra las TIC en sus
clases.
Pero
el miedo no es ingenuo ni insensato. Claro que hay que tener miedo a implantar
nuevas formas de hacer las cosas. Especialmente si se desconoce en qué
consisten esas nuevas formas. No hay necesidad de ser ‘valientes’ y creer que
el miedo es una congoja de los demás. Todas las personas sienten miedo algunas
veces, especialmente cuando se ven abocadas a realidades desconocidas o
extrañas. Y la mejor forma de afrontar el miedo es con el conocimiento.
Cuando
alguien conoce y maneja algo en particular, la confianza desplaza al miedo. Esto
es lo primero que hay que hacer cuando se le pida a los docentes que integren
las TIC en sus aulas. Que las conozcan, que sepan todas sus posibilidades y
limitaciones, que sean capaces de usarlas de forma permanente y cotidiana, que
las apropien. Así el miedo desaparecerá y la tecnología tomará un matiz
invisible.
Pues
cuando desaparece la tecnología aparece el aprendizaje. Es decir, cuando no se
está enfatizando en el uso de la tecnología, sino que se hace de forma
cotidiana, allí aparecen verdaderamente los procesos de enseñanza y aprendizaje
y la manera como se están llevando a cabo. Pues “los ordenadores no cambian la educación, los profesores sí” (Área,
2001, p. 389)[1].
Sólo
los docentes capacitados y hábiles en el uso de las TIC serán capaces de
integrarlas al aula, pero no como una herramienta más. Ellos están llamados a
integrarla en el propio currículo.
Sólo
de esta manera el miedo desaparecerá o por lo menos se atenuará. Sólo así el
miedo se convertirá en un reto, un desafío capaz de sacar de su zona de confort
a aquellos que se limitan a repetir lo que han hecho lo mismo durante mucho
tiempo. Sólo así las TIC podrán encontrar un verdadero espacio en las aulas y
dejarán de ser ‘tecnología’ que llega para llenarse de polvo o para desplazar
al tablero en su papel de soporte en la transmisión de la información.
Sólo
de esta manera se podrá hablar de implementar las TIC en el aula… sin morir en
el intento.
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