Implementar las
TIC en las aulas sigue siendo un ‘terror’ de muchos docentes. Lo que a simple
vista pudiera verse como una ayuda o una forma de cambiar las prácticas
educativas, particularmente las prácticas de enseñanza y aprendizaje, se ha
convertido en un obstáculo para las mismas. Los maestros ‘temen’ implementarlas,
dejarlas entrar al salón de clase porque allí ven a una especie de enemigo.
Pero todo esto no
es más que un imaginario. Las relaciones que se han establecido en la escuela
son relaciones verticales. Es decir, hay quien está sobre otros para ofrecerles
información y conocimiento. Hay quienes poseen el conocimiento y quienes están,
aparentemente, dispuestos a recibirlo. Estas relaciones son relaciones de
poder. Pero de un poder que se sienta en uno de los dos actores: en los
decentes. Se mantiene la idea que el docente es quien posee el conocimiento y
la información y quien lo importe de acuerdo a su práctica y experiencia.
Pensar en que las
TIC ingresen a las aulas es permitir que el poder del docente se diluya o hasta
desaparezca. Pues ya no es el docente el sujeto omnisciente, pues las TIC se
erigen como grandes fuentes de conocimiento que en cualquier momento
desplazarán a los docentes. Pero esto, como ya se dijo no es más que un
imaginario. Claro que las TIC poseen una vasta fuente de información, pero ella
en sí misma no es conocimiento. La información debe ser transformada, asimilada,
interiorizada, conectada con redes previas de conocimiento para ser aplicada
cuando sea necesaria. En este sentido, el docente no debe temer, pues en sus
manos sigue estando la misión de que los estudiantes creen el conocimiento y no
sólo absorban información.
La información
siempre ha reposado en diversas fuentes. Antes eran los libros, ahora son los
ordenadores y dispositivos móviles. Pero de nada sirve tener acceso a toda esa
información si las personas no son capaces de entenderlo, asimilarlo y volverlo
práctico.
En este sentido,
la tecnología no puede ser vista como un enemigo que hay que atacar o del que
hay que huir. La tecnología, es una herramienta y como tal es ‘neutra’. No es
mala ni buena en sí misma. Sino que su utilidad y eficacia depende de la
capacidad de los docentes de usarla en su justa medida. No se trata de llenar
todas las aulas con artefactos tecnológicos con la falsa idea de creer que eso
es innovación. De nada sirve tener toda la tecnología al alcance de la mano si
no se sabe qué hacer con ella. De nada sirve tener todos los artefactos
tecnológicos si se sigue haciendo lo mismo que cuando se carece de ella.
Lo ideal sería
que los docentes le perdieran el miedo a la tecnología. Y el primer paso para
perder el miedo es el conocimiento. El miedo se incrementa cuando el
desconocimiento es una constante. Por ello, lo primero que debe hacer un
docente que quiera involucrar las tecnologías en sus prácticas es conocerla. No
se trata de ser ‘hackers’ que saben todo acerca del tema y que pueden vulnerar
cualquier sistema. Se trata más bien, de ir familiarizándose con ella para que
con la pérdida del miedo comiencen a aparecer las posibilidades que ella trae.
Además, hay que
tener en cuenta que los estudiantes de este tiempo han nació y crecido con la
tecnología como algo cotidiano. Por ello, obviar el uso de la tecnología crea
ambientes artificiales, donde los estudiantes se ven arrancados de su ‘mundo
natural’ para ser encerrados durante un tiempo, relativamente corto, en un
lugar donde el aburrimiento y las prácticas docentes parecen no tener contacto
con el mundo contemporáneo. Los estudiantes, en este sentido, se ven obligados
a vivir en una dicotomía: la escuela que recrea un ambiente ‘antinatural’
desconectado de lo que sucede a su alrededor y su mundo cotidiano donde la
tecnología es algo tan común que parece haber existido siempre.
Las TIC deben
dejar de ser vistas como una mera herramienta para hacer lo que siempre se ha
hecho. No puede suceder como con la televisión. Muchos vieron en ella una
amenaza para la misma educación. Se pidió que se la involucrara de alguna forma
en los procesos de formación. Muchos hicieron caso omiso y concluyeron que no
era tan necesaria ni importante como parecía. En este sentido, las TIC pueden
ser vistas como una moda que tarde o temprano pasará sin mayores consecuencias.
Es cierto que la
aparición de las TIC ha traído problemas de salud que antes era inimaginables.
Pero esto también se ha convertido en excusa de algunos docentes para no
dejarlas entrar en las aulas de clase. Consideran que los estudiantes se la
pasan ‘pegados’ a ellas durante todo el día y ven en la escuela un momento para
que por lo menos allí descansen de ellas. Pero en el fondo esto sigue siendo
una excusa para evitar perder el poder que han tenido desde tiempo atrás.
La falta de
recursos físicos es otro de los factores que algunos docentes citan para no
preocuparse demasiado por su implementación. Pero no se pude dejar de lado que
muchos de los estudiantes las poseen y manejan con gran frecuencia. No es raro
ver a los estudiantes con smartphones o tabletas, muchas de ellas con acceso a
internet. Lo raro a veces es ver que los docentes tengan los mismos recursos o
el mismo acceso. ¿Qué podría pasar si se usan las TIC que los estudiantes
tienen? Pues que el docente pierde por completo el dominio y el poder que
ostentaba al ser el único en tener el acceso a la información y a su
distribución. De nuevo aparece el miedo mencionado antes.
En definitiva, las prácticas educativas no podrán cambiar verdadera y
sustancialmente mediante leyes y decretos que la quieran implantar como algo
obligatorio. Pues lo que llega a las escuela, especialmente a los docentes, son
directrices de los ‘expertos’ en la materia que las quieren implantar a toda
costa. Las prácticas docentes sólo podrán cambiar en la medida en que los
maestros descubran en la tecnología, no una forma de hacer lo mismo bajo el
disfraz de la innovación, sino una nueva forma crear conocimientos, de animar a
la investigación, de conectar a los estudiantes y los propios docentes todos
aquellos que comparten algo. Sólo cuando se descubra que todos están conectados
y que esa conexión puede traer una nueva perspectiva del conocimiento y de la
vida, podrá existir una verdadera necesidad de involucrar la tecnología en las
aulas.