martes, 25 de marzo de 2014

La tecnología ¿El nuevo enemigo de la educación?

Implementar las TIC en las aulas sigue siendo un ‘terror’ de muchos docentes. Lo que a simple vista pudiera verse como una ayuda o una forma de cambiar las prácticas educativas, particularmente las prácticas de enseñanza y aprendizaje, se ha convertido en un obstáculo para las mismas. Los maestros ‘temen’ implementarlas, dejarlas entrar al salón de clase porque allí ven a una especie de enemigo.

Pero todo esto no es más que un imaginario. Las relaciones que se han establecido en la escuela son relaciones verticales. Es decir, hay quien está sobre otros para ofrecerles información y conocimiento. Hay quienes poseen el conocimiento y quienes están, aparentemente, dispuestos a recibirlo. Estas relaciones son relaciones de poder. Pero de un poder que se sienta en uno de los dos actores: en los decentes. Se mantiene la idea que el docente es quien posee el conocimiento y la información y quien lo importe de acuerdo a su práctica y experiencia.

Pensar en que las TIC ingresen a las aulas es permitir que el poder del docente se diluya o hasta desaparezca. Pues ya no es el docente el sujeto omnisciente, pues las TIC se erigen como grandes fuentes de conocimiento que en cualquier momento desplazarán a los docentes. Pero esto, como ya se dijo no es más que un imaginario. Claro que las TIC poseen una vasta fuente de información, pero ella en sí misma no es conocimiento. La información debe ser transformada, asimilada, interiorizada, conectada con redes previas de conocimiento para ser aplicada cuando sea necesaria. En este sentido, el docente no debe temer, pues en sus manos sigue estando la misión de que los estudiantes creen el conocimiento y no sólo absorban información.

La información siempre ha reposado en diversas fuentes. Antes eran los libros, ahora son los ordenadores y dispositivos móviles. Pero de nada sirve tener acceso a toda esa información si las personas no son capaces de entenderlo, asimilarlo y volverlo práctico.

En este sentido, la tecnología no puede ser vista como un enemigo que hay que atacar o del que hay que huir. La tecnología, es una herramienta y como tal es ‘neutra’. No es mala ni buena en sí misma. Sino que su utilidad y eficacia depende de la capacidad de los docentes de usarla en su justa medida. No se trata de llenar todas las aulas con artefactos tecnológicos con la falsa idea de creer que eso es innovación. De nada sirve tener toda la tecnología al alcance de la mano si no se sabe qué hacer con ella. De nada sirve tener todos los artefactos tecnológicos si se sigue haciendo lo mismo que cuando se carece de ella.

Lo ideal sería que los docentes le perdieran el miedo a la tecnología. Y el primer paso para perder el miedo es el conocimiento. El miedo se incrementa cuando el desconocimiento es una constante. Por ello, lo primero que debe hacer un docente que quiera involucrar las tecnologías en sus prácticas es conocerla. No se trata de ser ‘hackers’ que saben todo acerca del tema y que pueden vulnerar cualquier sistema. Se trata más bien, de ir familiarizándose con ella para que con la pérdida del miedo comiencen a aparecer las posibilidades que ella trae.

Además, hay que tener en cuenta que los estudiantes de este tiempo han nació y crecido con la tecnología como algo cotidiano. Por ello, obviar el uso de la tecnología crea ambientes artificiales, donde los estudiantes se ven arrancados de su ‘mundo natural’ para ser encerrados durante un tiempo, relativamente corto, en un lugar donde el aburrimiento y las prácticas docentes parecen no tener contacto con el mundo contemporáneo. Los estudiantes, en este sentido, se ven obligados a vivir en una dicotomía: la escuela que recrea un ambiente ‘antinatural’ desconectado de lo que sucede a su alrededor y su mundo cotidiano donde la tecnología es algo tan común que parece haber existido siempre.

Las TIC deben dejar de ser vistas como una mera herramienta para hacer lo que siempre se ha hecho. No puede suceder como con la televisión. Muchos vieron en ella una amenaza para la misma educación. Se pidió que se la involucrara de alguna forma en los procesos de formación. Muchos hicieron caso omiso y concluyeron que no era tan necesaria ni importante como parecía. En este sentido, las TIC pueden ser vistas como una moda que tarde o temprano pasará sin mayores consecuencias.

Es cierto que la aparición de las TIC ha traído problemas de salud que antes era inimaginables. Pero esto también se ha convertido en excusa de algunos docentes para no dejarlas entrar en las aulas de clase. Consideran que los estudiantes se la pasan ‘pegados’ a ellas durante todo el día y ven en la escuela un momento para que por lo menos allí descansen de ellas. Pero en el fondo esto sigue siendo una excusa para evitar perder el poder que han tenido desde tiempo atrás.

La falta de recursos físicos es otro de los factores que algunos docentes citan para no preocuparse demasiado por su implementación. Pero no se pude dejar de lado que muchos de los estudiantes las poseen y manejan con gran frecuencia. No es raro ver a los estudiantes con smartphones o tabletas, muchas de ellas con acceso a internet. Lo raro a veces es ver que los docentes tengan los mismos recursos o el mismo acceso. ¿Qué podría pasar si se usan las TIC que los estudiantes tienen? Pues que el docente pierde por completo el dominio y el poder que ostentaba al ser el único en tener el acceso a la información y a su distribución. De nuevo aparece el miedo mencionado antes.

En definitiva, las prácticas educativas no podrán cambiar verdadera y sustancialmente mediante leyes y decretos que la quieran implantar como algo obligatorio. Pues lo que llega a las escuela, especialmente a los docentes, son directrices de los ‘expertos’ en la materia que las quieren implantar a toda costa. Las prácticas docentes sólo podrán cambiar en la medida en que los maestros descubran en la tecnología, no una forma de hacer lo mismo bajo el disfraz de la innovación, sino una nueva forma crear conocimientos, de animar a la investigación, de conectar a los estudiantes y los propios docentes todos aquellos que comparten algo. Sólo cuando se descubra que todos están conectados y que esa conexión puede traer una nueva perspectiva del conocimiento y de la vida, podrá existir una verdadera necesidad de involucrar la tecnología en las aulas.

martes, 18 de marzo de 2014

¿Aprendizaje en todo momento y lugar?



Las formas de conocimiento van evolucionando y cambiando junto al propio desarrollo histórico del ser humano. Al principio era necesario guardar todo cuanto fuese posible en la memoria colectiva a través de historias y hechos extraordinarios que poco a poco se fueron transformando en mitos y leyendas. Los abuelos lo hacían por cuentos que no se cansaban de repetir a los más pequeños.

Durante un largo proceso se ‘creando’ la escritura. Y ella fue el nuevo motor de conservación, desarrollo y transmisión de la información y el conocimiento. Poco a poco la escritura se fue desplazando y encajonando en los libros. La escritura encontró así la protección de la intemperie y la forma de ser trasladada con cierta seguridad.

Cuando llegó la imprenta, la escritura se pudo convertir en un producto ‘común’. Los libros dejaron de ser un lujo o una propiedad a la que sólo podían acceder algunos privilegiados. El libro se popularizó de tal forma que hoy se encuentra en todos los materiales y formatos posibles. El libro, y con el él la escritura, es parte de la cultura moderna.

Pero el conocimiento no ha terminado de evolucionar. Ahora tiene nuevas herramientas o formatos en los que se puede presentar: las tecnologías de la información y la comunicación. Nuevo formato, acorde a los avances propios de los avances técnicos y científicos propios de la época moderna. Nuevo formato que aún no se logra comprender en su justa medida. Tal vez sea necesario esperar un tiempo prudente (¿El mismo que necesitó la escritura para hacerse popular y entrar de lleno en el ámbito educativo?) para entender verdaderamente el papel de las TIC en la educación.

Lo curioso, o preocupante según la perspectiva desde donde se vea, es que no se tiene una verdadera noción del alcance de las nuevas tecnologías y su papel dentro de los procesos educativos. No se ha terminado de reflexionar sobre el papel de las TIC en la escuela cuando ya se comienza a hablar de las TAC (Tecnologías del Aprendizaje y el Conocimiento). Ya no es suficiente mirar críticamente el E-learning (Aprendizaje Electrónico), ahora es necesario hacer una reflexión sobre el M-learning (Aprendizaje Móvil).

El Aprendizaje móvil[1] es una de las ramas de las TIC aplicadas a la educación. La tecnología móvil es la TIC más utilizada, aunque no siempre se le relacione con el ámbito educativo. Cuando se utiliza la tecnología móvil (teléfonos inteligentes, tabletas, lectores electrónicos, reproductores de sonido, consolas de videojuegos) para aprender en todo momento y lugar, se puede decir que hay Aprendizaje móvil.

Una de las principales características y ventajas del aprendizaje móvil es su carácter personal. Esto se debe a que la tecnología móvil es personal y casi que intransferible. Un teléfono inteligente o una tableta son artículos personales, tienen un solo dueño y este lo utiliza de la manera como considere apropiada. La nueva tecnología móvil permite un grado de personalización tal que cada aparato sería, por las aplicaciones que utiliza, único y a imagen de su dueño.

La posibilidad de personalización casi infinita es lo que le permite al aprendizaje móvil adaptarse a las necesidades individuales. Ya no es necesario que un aparato tenga todas las aplicaciones o programas que todos llegasen a necesitar, sino que cada equipo tiene las que su dueño desea y necesita. El aparato viene casi vacío y cada quien lo llena como lo desea. Y allí es donde el ejercicio educativo está llamado a prestar un servicio importante. Para ello, debe ofrecer posibilidades que se adapten a los estilos y ritmos de aprendizaje de cada quien.

Además, con la tecnología móvil las TIC se convirtieron en dispositivos fáciles de transportar y utilizar en casi todos los momentos y lugares. Esto no sucedía con los ordenadores. Estos eran pesados, de difícil transporte y requerían de una cantidad importante de energía. Ahora la tecnología cabe en una mano, cabe en un bolsillo y su peso es casi que insignificante. Quien desee aprovechar el aprendizaje móvil, lo puede hacer cuando quiera y donde quiera. No requiere de grandes aparatos, sólo de una logística mínima.

Si a esto se le suma la invención de la ‘nube’ las perspectivas del aprendizaje móvil crecen considerablemente. La nube es la posibilidad de tener acceso a la información guardada por el usuario desde el dispositivo que tiene en  su mano. De esta manera, la información se separa del equipo que la contiene. Lo que se necesita ya no está es un lugar físico (bueno, sí lo está, pero dicho lugar ya no es propiedad individual), sino que da la apariencia que se encuentra en un plano inmaterial. Ahora se tiene acceso a la información propia desde cualquier sitio son un equipo que se lleva en todo momento.

El aprendizaje móvil está abriendo nuevas perspectivas, tan amplias que tal vez por el momento no es posible dimensionarlas en todo su potencial. Lo cierto es que se le debe prestar más atención de la que ha tenido. Pues el incremento de estos dispositivos es abrumador. Cisco Systems[2] sostiene que en el año 2016, la cantidad de teléfonos inteligentes y de tabletas será mayor al número de habitantes en el planeta.


[1] UNESCO (2013). Directrices para las políticas de aprendizaje móvil. Francia: Unesco.
[2] http://www.colombia.com/tecnologia/actualidad/sdi/31628/mas-smartphones-que-personas-en-el-2016

Entre lo tradicional y la innovación

Los docentes se encuentran en un dilema: decidir entre seguir haciendo lo que se ha hecho durante tanto tiempo de la misma manera o ‘arriesgarse’ a innovar para hacer las cosas de una nueva forma en búsqueda de nuevos y mejores resultados. 

Sería interesante que este dilema fuera una constante del gremio docente. Es decir, sería fantástico que los docentes constantemente se estuvieran preguntando si es posible seguir haciendo las cosas de forma tradicional o si tuviera que ser necesario cambiar la perspectiva para cambiar los métodos. Pero infortunadamente no es así. Esta disyuntiva, este dilema, este constante cuestionamiento no se presenta, salvo en algunos casos concretos. 

Pero aquí surge otro problema que se trata más bien de un prejuicio. En la actualidad constantemente se relaciona el concepto de innovación con el de tecnología. Se tiende a pensar que innovar en educación es incorporar TIC’s en las aulas de clase. Tomar un ordenador, o cualquier otro elemento tecnológico, e introducirlo en el desarrollo de las clases sin mayores cuestionamientos o sin una mínima reflexión previa. Craso error, pero tan común que no debe sorprender mucho. 

Incluso el ámbito político ha llevado a que este imaginario o prejuicio se haga más evidente. Los discursos políticos que toman como bandera la educación, no se cansan en repetir que es necesario dedicar gran tiempo y esfuerzo al sistema educativo. Y para ello prometen grandes inversiones económicas que permitan que los centros educativos se ‘abran’ al mundo moderno y se dejen llenar de la tecnología que circula en toda la sociedad. A todo esto le dan el nombre de innovación educativa. 

El problema del discurso político no es que se diga, sino que muchas personas lo creen y le apuestan a ello. Llenan los centros educativos con aparatos tecnológicos y los presentan como lugares de vanguardia en innovación, dignos de ser imitados por los demás. Pero lo peor es que los propios docentes y las directivas docentes hayan caído en el mismo juego. Se afanan por presentar proyectos y estar en muchas convocatorias que prometen premios tecnológicos. Y el maestro juega este juego, sin darse cuenta que debería ser el primero en cuestionarlo. 

Ninguna tecnología, por más avanzada que sea, podrá asumir el papel del docente. O por lo menos, no el papel del verdadero docente. Pues si se cree que el docente es un banco de datos y de información que se ofrece a los estudiantes, internet sería el mejor de los maestros. Pero si se cree que el papel del maestro está en enseñar a pensar y a tomar una postura crítica y responsable frente a la vida, no habrá ordenador, tableta o red social que pueda reemplazarlo. 

En este punto, aparece uno de los miedos de dejar que la tecnología ingrese al aula: que su presencia puede desplazar al docente y lo que hace. Pero si lo que el maestro está haciendo es ser una fuente de datos, claro que debe estar asustado. Pero si su misión es más profunda, puede estar completamente tranquilo con lo que hace y cómo ingresa la tecnología a su salón de clase. 

Pero ese ingreso de la tecnología no es en sí mismo una innovación. La innovación es la acción transformadora, la praxis que se compromete a cambiar la realidad de una manera o de otra. Innovar es ser capaz de hacer las cosas de una forma diferente, pues sólo así se pueden obtener resultados diferentes. Innovar no es hacer lo mismo con nuevas mediaciones. Es hacer algo nuevo y transformador con las mediaciones que sea necesario. 

En este sentido, un docente no es innovador porque ingrese la tecnología al aula. Un docente es innovador o no es innovador. Independientemente de las tecnologías, herramientas o mediaciones que utilice.

lunes, 17 de marzo de 2014

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miércoles, 5 de marzo de 2014

¿Cómo implementar TIC en el aula sin morir en el intento?



El título de esta refelxión puede parecer un poco violento, pero es preferible entenderlo como una sátira. También podría ser: ¿Cómo implementar las TIC en el aula sin que los docentes mueran o asesinen en el intento? También a manera de broma.

Esto se debe a que los docentes se convierten, en muchas ocasiones, en obstáculos para este tipo de implementación. A veces puede parecer que este intento en un ataque, una trasgresión o una amenaza a la labor docente. Muchos maestros pueden creer que serán desplazados por las TIC y por ello se muestran reacios o escépticos a su entrada en los ámbitos educativos formales.

El problema se presenta porque los esquemas de aprendizaje fueron creados y se mantienen como relaciones estables y sólidas de poder. Es decir, quien imparte el conocimiento o la información maneja cierto poder y supremacía sobre aquellos que lo ‘reciben’. El docente es una especie de superior que posee y administra el conocimiento de acuerdo a sus criterios y las indicaciones dadas por la institución donde trabaja.

Pedirle a un docente que se ‘baje’ de su pedestal, que suelte su cetro de poder, llamado conocimiento, es pedirle, según la creencia de algunos, que dé un paso al costado. Lo cual sería pedirle que abandone lo que ha hecho durante muchos años, aquello que le da el sustento diario, aquello que lo apasiona pero en su status quo, en su estado actual. Y este es el imaginario que puede surgir en muchos maestros que se sienten vulnerables, cuando se menciona la inclusión de las TIC en las aulas de clase.

Por ello, no es raro encontrar reacciones y evasiones de algunos docentes cuando se les propone la integración de las TIC. ¿Para qué hacer las cosas de otra manera si se han hecho bien durante tanto tiempo? Puede ser la contrapregunta que surge cuando se interroga a un docente por qué no integra las TIC en sus clases.

Pero el miedo no es ingenuo ni insensato. Claro que hay que tener miedo a implantar nuevas formas de hacer las cosas. Especialmente si se desconoce en qué consisten esas nuevas formas. No hay necesidad de ser ‘valientes’ y creer que el miedo es una congoja de los demás. Todas las personas sienten miedo algunas veces, especialmente cuando se ven abocadas a realidades desconocidas o extrañas. Y la mejor forma de afrontar el miedo es con el conocimiento.

Cuando alguien conoce y maneja algo en particular, la confianza desplaza al miedo. Esto es lo primero que hay que hacer cuando se le pida a los docentes que integren las TIC en sus aulas. Que las conozcan, que sepan todas sus posibilidades y limitaciones, que sean capaces de usarlas de forma permanente y cotidiana, que las apropien. Así el miedo desaparecerá y la tecnología tomará un matiz invisible.

Pues cuando desaparece la tecnología aparece el aprendizaje. Es decir, cuando no se está enfatizando en el uso de la tecnología, sino que se hace de forma cotidiana, allí aparecen verdaderamente los procesos de enseñanza y aprendizaje y la manera como se están llevando a cabo. Pues “los ordenadores no cambian la educación, los profesores sí” (Área, 2001, p. 389)[1].

Sólo los docentes capacitados y hábiles en el uso de las TIC serán capaces de integrarlas al aula, pero no como una herramienta más. Ellos están llamados a integrarla en el propio currículo.

Sólo de esta manera el miedo desaparecerá o por lo menos se atenuará. Sólo así el miedo se convertirá en un reto, un desafío capaz de sacar de su zona de confort a aquellos que se limitan a repetir lo que han hecho lo mismo durante mucho tiempo. Sólo así las TIC podrán encontrar un verdadero espacio en las aulas y dejarán de ser ‘tecnología’ que llega para llenarse de polvo o para desplazar al tablero en su papel de soporte en la transmisión de la información.

Sólo de esta manera se podrá hablar de implementar las TIC en el aula… sin morir en el intento.


[1] Área, M. (2001). Educar en la sociedad de la información. Bilbao: Desclée de Brouwer.

miércoles, 26 de febrero de 2014

¿Con o sin TIC?



Tal vez una de las grandes riquezas de las ciencias sociales, las humanidades y la pedagogía es que son impredecibles. Por más intentos que se hagan para determinar las causas y consecuencias del ejercicio educativo es imposible controlar todas sus variables y condiciones. Esto se debe, básicamente a que su objeto de estudio, su interés principal es un ser que se escapa a cualquier intento reduccionista, a cualquier objetivación… es el ser humano.

Esta condición humana de impredecible se presenta en todos los contextos donde se desarrolla el hombre. En este sentido, el uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) y su vinculación en contextos de educación también debe ser reconocido como un fenómeno impredecible.

Esto es lo que quiere presentar Coll (2008[1]) y sus colaboradores, cuando analizan el uso real de las TIC en contextos educativos formales. Ellos descubren, o más bien, demuestran que hay una gran diferencia entre los usos que prevén los docentes a la hora de implementar TIC en el ámbito educativo y los usos que verdaderamente se presentan. Algo es lo que se planea desde la perspectiva docente y toda su intencionalidad formativa y algo diferente es lo que aplican los estudiantes desde su posición (generalmente) receptiva.

Es interesante seguir a Coll y ver cómo difieren los usos planeados por el docente de los usos reales ejecutados por los estudiantes. Básicamente porque, sin tener plena conciencia de ello, la educación posee cierto grado de inercia. Es decir, el proceso educativo, por más esfuerzos que se hagan en su innovación, parece seguir dentro de la línea y la rutina donde los papeles del docente y los estudiantes ya están plenamente identificados. Estos reciben la información/conocimiento que aquel les quiera transmitir.

Salir de este paradigma es todavía una labor titánica a la que se ve abocada la práctica educativa moderna.

Pero lo más curioso que propone Coll es que no se está explotando todo el potencial de las TIC. Incluso, en ocasiones pareciera que se cambia el tablero por una pantalla, la tiza (o marcador) por un teclado. Las carteleras por un video, etc. Es decir, se sigue haciendo lo mismo, pero sobre una plataforma nueva o alternativa, sin que el uso de TIC impacte verdaderamente los procesos de enseñanza y aprendizaje.

Y aquí surge una pregunta fundamental que podría hacerse cualquier docente a la hora de implementar o proponer el uso de las TIC en la práctica educativa: Lo propuesto con el uso de las TIC ¿no podría hacerse sin ellas y obtener el mismo o un mejor resultado?

Si la respuesta es ‘Sí’, significa que sólo se ha cambiado el formato para presentar la información y que los patrones de docencia siguen siendo iguales. Es decir, que la implementación de la TIC no pasa de ser un formalismo para justificar un ejercicio pedagógico que no ha cambiado sustancialmente.

Si la respuesta es ‘No’ es necesario aclarar de qué forma lo han hecho y la manera como el proceso de aprendizaje se ha potenciado gracias a este uso. Pues una cosa es que el uso haya sido planeado y esperado por el docente, lo cual sería lo esperado. Y algo diferente sería que el uso hubiese sido inesperado, pero provechoso para el estudiante. En este último caso es necesario revisar la planeación docente, para asegurarse el logro que fue el resultado imprevisto de un proceso planeado y no el fruto del azar.

Sólo después de un análisis riguroso de las respuestas surgidas se podrán tener algunas pistas sobre la efectividad de la integración de las TIC en el currículo. Y conocer si se está haciendo un uso invisible de las TIC, pues sólo de esta manera se hará visible el aprendizaje (Díaz, 2010[2]).


[1] Coll, C. et al (2008). Análisis de los usos reales de las TIC en contextos educativos formales: una aproximación sociocultural. En: Revista electrónica de Investigación Educativa.
[2] Díaz, F. (2010). Integración de las TIC en el currículo y la enseñanza para promover la calidad educativa u la innovación.