miércoles, 26 de febrero de 2014

¿Con o sin TIC?



Tal vez una de las grandes riquezas de las ciencias sociales, las humanidades y la pedagogía es que son impredecibles. Por más intentos que se hagan para determinar las causas y consecuencias del ejercicio educativo es imposible controlar todas sus variables y condiciones. Esto se debe, básicamente a que su objeto de estudio, su interés principal es un ser que se escapa a cualquier intento reduccionista, a cualquier objetivación… es el ser humano.

Esta condición humana de impredecible se presenta en todos los contextos donde se desarrolla el hombre. En este sentido, el uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) y su vinculación en contextos de educación también debe ser reconocido como un fenómeno impredecible.

Esto es lo que quiere presentar Coll (2008[1]) y sus colaboradores, cuando analizan el uso real de las TIC en contextos educativos formales. Ellos descubren, o más bien, demuestran que hay una gran diferencia entre los usos que prevén los docentes a la hora de implementar TIC en el ámbito educativo y los usos que verdaderamente se presentan. Algo es lo que se planea desde la perspectiva docente y toda su intencionalidad formativa y algo diferente es lo que aplican los estudiantes desde su posición (generalmente) receptiva.

Es interesante seguir a Coll y ver cómo difieren los usos planeados por el docente de los usos reales ejecutados por los estudiantes. Básicamente porque, sin tener plena conciencia de ello, la educación posee cierto grado de inercia. Es decir, el proceso educativo, por más esfuerzos que se hagan en su innovación, parece seguir dentro de la línea y la rutina donde los papeles del docente y los estudiantes ya están plenamente identificados. Estos reciben la información/conocimiento que aquel les quiera transmitir.

Salir de este paradigma es todavía una labor titánica a la que se ve abocada la práctica educativa moderna.

Pero lo más curioso que propone Coll es que no se está explotando todo el potencial de las TIC. Incluso, en ocasiones pareciera que se cambia el tablero por una pantalla, la tiza (o marcador) por un teclado. Las carteleras por un video, etc. Es decir, se sigue haciendo lo mismo, pero sobre una plataforma nueva o alternativa, sin que el uso de TIC impacte verdaderamente los procesos de enseñanza y aprendizaje.

Y aquí surge una pregunta fundamental que podría hacerse cualquier docente a la hora de implementar o proponer el uso de las TIC en la práctica educativa: Lo propuesto con el uso de las TIC ¿no podría hacerse sin ellas y obtener el mismo o un mejor resultado?

Si la respuesta es ‘Sí’, significa que sólo se ha cambiado el formato para presentar la información y que los patrones de docencia siguen siendo iguales. Es decir, que la implementación de la TIC no pasa de ser un formalismo para justificar un ejercicio pedagógico que no ha cambiado sustancialmente.

Si la respuesta es ‘No’ es necesario aclarar de qué forma lo han hecho y la manera como el proceso de aprendizaje se ha potenciado gracias a este uso. Pues una cosa es que el uso haya sido planeado y esperado por el docente, lo cual sería lo esperado. Y algo diferente sería que el uso hubiese sido inesperado, pero provechoso para el estudiante. En este último caso es necesario revisar la planeación docente, para asegurarse el logro que fue el resultado imprevisto de un proceso planeado y no el fruto del azar.

Sólo después de un análisis riguroso de las respuestas surgidas se podrán tener algunas pistas sobre la efectividad de la integración de las TIC en el currículo. Y conocer si se está haciendo un uso invisible de las TIC, pues sólo de esta manera se hará visible el aprendizaje (Díaz, 2010[2]).


[1] Coll, C. et al (2008). Análisis de los usos reales de las TIC en contextos educativos formales: una aproximación sociocultural. En: Revista electrónica de Investigación Educativa.
[2] Díaz, F. (2010). Integración de las TIC en el currículo y la enseñanza para promover la calidad educativa u la innovación.

martes, 18 de febrero de 2014

Propiedad privada Vs. Propiedad intelectual


Bienes hay por doquier. Las personas, las empresas, las corporaciones, el estado, los niños y todo aquel que pueda representar o tener un papel en la sociedad tiene bienes. Pero aparece aquí una de las primeras dificultades, considerar y relacionar siempre un bien con un objeto material. O por lo menos es lo que muchos podemos llegar a creer.

Pero si nos apegamos la definición de Vercelli (2009)[1], un bien es todo aquello que tiene o que puede llegar a tener un valor, interés, utilidad, mérito o que de alguna forma puede llegar a tener protección jurídica. En este sentido, un bien rebasa la mera materialidad de las cosas, supera los objetos en sí mismos para radicarse en el valor que el ser humano obra o extiende sobre ellos. Pues valga la aclaración, el bien no es algo intrínseco a la naturaleza, sino que también es una construcción o una convención social. Por lo tanto, el bien puede cambiar con las circunstancias propias de cada época.

En este sentido se puede hablar de bienes materiales y bienes intelectuales. Los primeros son limitados y permiten derechos de propiedad y explotación privada. Pero dichos derechos crean relaciones de exclusividad y exclusión. Exclusividad porque los bienes materiales sólo pertenecen a un persona o un grupo de personas. Al ser de esta forma las demás personas están excluidas del mismo. De esta forma, quien ostenta los derechos de propiedad puede explotar el bien material para su beneficio o darle el uso que desee.

Algo diferente sucede con los bienes intelectuales. Estos son ilimitados y por lo tanto no es posible pensar en que se agoten, incluso cada día crecen y entre más posibilidades de comunicación y creación tiene una comunidad, más grande será la cantidad de bienes que posea. En principio, los bienes intelectuales no son exclusivos ni excluyentes. Es decir, muchas personas pueden ser partícipes de ellos sin que por ello se deba excluir a nadie.

El problema se presenta cuando se intenta implantar (o si se prefiere, imponer) los derechos de los bienes materiales sobre los bienes intelectuales. Cuando se pretende creer y hacer creer a los demás que los bienes intelectuales son propiedad de una persona o un grupo. Y que por esta razón no todos tienen acceso a ellos. Incluso, quienes desean tener acceso a ellos deben ‘comprar’ esos derechos. Se pretende tratar la propiedad intelectual de la misma que la propiedad privada. Se quiere privatizar lo que por definición es común.

Pero la separación de este tipo de bienes (materiales e intelectuales) no es tan sencilla como parece. Pues los bienes intelectuales se manifiestan, se materializan, se objetivizan en obras intelectuales. Obras que para existir requieren ‘soportes’, es decir, una base material sobre la cual reposen. Así, las obras intelectuales dependen de la existencia de soportes materiales. Las obras intelectuales están supeditadas a lo material, a los soportes. Y a los soportes sí se les puede aplicar derechos de propiedad privada. Es una forma de mantener privatizado lo que debería ser común.

¿Será necesario restringir todo cuanto existe en nombre y beneficio de la propiedad privada y los derechos de autor? ¿Estaremos preparados para vivir en una comunidad donde los derechos intelectuales sean verdaderamente comunes y donde el derecho de autor se respete? ¿El titular de los derechos debe tener los mismos ‘poderes’ que el autor sobre la difusión y las condiciones de beneficio de la obra intelectual?

Frente a este tema surgen más preguntas que las respuestas que con certeza se puedan ofrecer.



[1] Vercelli, A. (2009).Repensando los bienes intelectuales comunes. Tesis de doctorado. Universidad Nacional de Quilmas.

martes, 11 de febrero de 2014

¿Sociedades tecnológicas, sociedades desiguales?

Digital Divide
Tomada de: http://blog.pucp.edu.pe/item/59316/brecha-digital-en-el-peru

Dos términos muy comunes hoy en día son internet y cultura. Por casualidad uno puede llegar a relacionarlos de alguna forma, afirmando que internet ha cambiado la cultura y los hábitos de las personas que han sido influenciadas por esta red de información mundial, es decir, internet ha cambiado la cultura en la que el hombre moderno vive.

Pero pensar que internet es una cultura en sí misma es muy poco probable. Para ello es necesario definir qué se entiende por cultura. La cultura es una construcción colectiva capaz de trascender las preferencias individuales y afectar el comportamiento humano y las relaciones sociales.

Incluso, internet no está compuesto de una sola cultura, sino que en él confluyen cuatro culturas diversas, pero complementarias (Castells, 2001): la cultura meritocrática, la cultura hacker, la cultura comunitaria virtual y la cultura emprendedora.

La constante dinámica entre estas cuatro culturas poco a poco han ido configurando y moldeando le fenómeno internet tal cual como se conoce en la actualidad. Por ello, relacionar cultura con internet parece mucho más complicado de lo que se pudo llegar a pensar en un principio.

Castells (2001)* presenta el nacimiento y el desarrollo de estas cuatro culturas en su libro “La galaxia internet”. Lo primero que se puede venir a la mente al escuchar el título es: ¿Por qué el autor utiliza el término ‘galaxia’ y no ‘universo’ que es más amplio? 

La lectura no lo explica de forma directa, pero podría ser porque el autor es consciente que internet no es una realidad completamente abarcante y totalitaria. Sino que por muy extenso que parezca, el internet sigue siendo una parte de las relaciones sociales, una parte de la vida familiar, una parte de la vida escolar, una parte de un gran universo que se llama vida humana.

Castells hará una aproximación de cada una de las culturas ya mencionadas. En primer lugar, presenta la cultura meritocrática, la cual se encuentra en línea directa con la Ilustración. Es decir, se mantiene una confianza en la humanidad y en su deseo de progreso. Pero ¿Esto es posible después de que la racionalidad parece haber llevado al ser humano al borde de la destrucción durante dos guerras mundiales? Pregunta que durante el texto no es respondida, pues este no es su objetivo primario.

La cultura meritocrática es la directa responsable del inicio y posterior desarrollo del internet. Pero dicha cultura es una cuestión de élites. Pues no todos pertenecen a ella, sino que allí sólo están los privilegiados que han sacado provecho de su visión futurista y han sabido aprovechar las oportunidades en su justo momento. Ellos son los ‘padres’ de internet.

Pero esa cultura de élite, esa invención de los ‘padres’ estaba condenada a permanecer allí de no ser por la cultura hacker. Los hackers no son los genios informáticos capaces de ingresar a cualquier sistema y poner en jaque a las altas empresas o los propios países. Claro que no se puede negar que esto ha sucedido, pero no se puede relegar el papel de los hackers a meros piratas informáticos.

Los hackers son los responsables que el internet se haya popularizado como lo ha hecho. Son una especie de Prometeo que han robado del fuego divino para darlo a los hombres. Es la cultura hacker quien ha descubierto la riqueza del internet y ha sido capaz de compartirla con todo aquel que estuviese interesado. De allí, uno de sus pilares: el desarrollo comunitario del software de fuente abierta.



La cultura comunitaria virtual vio una gran posibilidad en lo que los hackers presentaron, pues aparece la necesidad de ‘virtualizar’ el contacto con otros y crear relaciones de diferentes tipos allí. Este es el aporte de esta cultura, convertir una iniciativa tecnológica en una herramienta de interacción social.

Aquí entra en acción el espíritu emprendedor que siempre acompaña al hombre. La cultura emprendedora reconoció pronto que las redes comunitarias son un caldo de cultivo idóneo para la inmersión de la innovación empresarial. Ahora la empresa ha entrado de lleno en la galaxia internet y allí se mueve con mucha falicidad.

Pero es necesario mirar estas cuatro culturas desde una perspectiva diferente. Pues el ideal de superar la desigualdad social en el mundo virtual no parece tener el suficiente arraigo. Pues estas culturas admiten y a veces propician condiciones de desigualdad. 

Marx ya lo había anunciado, cuando afirmó que en la historia de la humanidad siempre ha habido desigualdad, siempre ha habido poderosos y oprimidos, señores feudales y siervos, etc. Para Marx las condiciones de desigualdad han existido siempre, sólo que con el paso del tiempo cada uno de estos grupos ha asumido un nombre diferente. 

Hoy esa diferencia puede seguir presentándose pero en relación con el manejo de la tecnología. La sociedad actual está dividida en quienes conocen y producen tecnología, por un lado, quienes consumen dicha tecnología, por otro, y quienes ni siquiera pueden acceder a ella. 

Foucault estudia los procesos de gobernabilidad donde el control es lo primordial para mantener el poder y las condiciones de desigualdad. Control que ejerce actualmente quien tiene que ver con la creación, distribución y mantenimiento de la nueva tecnología. Allí está el punto central de la desigualdad, pues el grupo capaz de dichas tareas sigue siendo reducido, mientras que la gran masa sólo acepta lo que se les ofrece manteniendo su condición subyugada.

Queda claro que Castells escribe desde el primer mundo, donde las culturas mencionadas existen y se relacionan como el autor propone. Pero sería interesante poder hablar desde la otra orilla de la realidad, es decir, desde una sociedad que no posee el poder dado por el manejo de la nueva tecnología, sino que sólo es un actor-consumidor. Los países relegados económicamente tienen ahora una nueva denominación, pero siguen siendo dominados por otros.

Para finalizar, es importante decir que hoy en día hablar de tecnología es hablar de poder. Y una sociedad como la nuestra seguirá estando relegada hasta que pueda tomar distancia del poder que ejerce sobre ella la nueva tecnología. Tomar distancia no significa lejanía, sino independencia. Independencia que sólo será posible cuando se pueda producir, reparar y usar la tecnología que cada quien necesita. A mayor conocimiento y dominio sobre la nueva tecnología, menor será la dependencia que el individuo tenga de ella.
_____________________
*Castells, M. (2001). La galaxia internet. reflexiones sobre internet, emrpesa y sociedad. Barcelona: Plaza y Janés.

jueves, 6 de febrero de 2014

Un nuevo inicio

El hombre nunca termina de aprender, pues nunca está terminado. Por ello, hoy comienzo de nuevo un tiempo dedicado a la praxis educativa, a reflexionar sobre la cotidianidad. Y este será el espacio donde comparta algunas de esas reflexiones. Hoy es un nuevo inicio, el inicio de algo que nunca ha dejado de regenerarse como el Uróboros...